El trabajo de la piedra se inició, de un modo muy rudimentario, ya en la Prehistoria con la arquitectura megalítica, continuándose esencialmente en las innumerables construcciones de Egipto y en la revolución estética griega, alcanzando su cénit en la arquitectura romana. Durante la República y el Imperio Romano se consolidó la técnica de la cantería. Así, mediante el empleo de operarios altamente especializados, con una estricta formación, y la utilización de herramientas muy perfeccionadas, se estuvo en disposición de levantar grandes monumentos. Sin embargo, la caída del Imperio Romano supondría para Occidente un largo período de decadencia de la arquitectura. Su descomposición interna, la llegada de los germanos y su definitiva disolución en el año 476 impusieron un nuevo orden occidental basado en la división política, la disminución de las comunicaciones y el declive de los recursos, lo cual trajo como inevitable consecuencia la interrupción de las grandes obras de piedra.
La población se desplazó al campo y las antiguas ciudades romanas perdieron importancia. Tampoco la nobleza ni el nuevo poder emergente, la Iglesia, se encontraba en disposición de llevar a cabo proyectos excesivamente costosos, por lo que la arquitectura del momento debió limitarse a obras de tradición germánica o de raíz popular basadas en la utilización de materiales pobres y perecederos: el barro y la madera. Durante la alta Edad Media la tónica general europea consistió en el empleo de la madera, con la consiguiente decadencia de la técnica de la cantería. Tanto fue así, que las primeras abadías cristianas medievales de Francia se vieron en la necesidad de emplear, para su construcción, materiales pétreos reaprovechados de antiguas villas romanas, como fue el caso de la abadía de Jouarre, del siglo VII.
Pero también los castillos, símbolos inmemoriales del poder feudal se construyeron durante la alta Edad Media en madera. Por otro lado, se sabe, por hallarse dibujados en miniaturas medievales que estos castillos ligneos se cubrían de pieles de animales húmedas para impedir que fueran incendiados. De este tipo existieron algunos en la zona pirenaica española durante la época altomedieval. A partir del siglo X se produce en Europa el paso progresivo de la madera a la piedra, aunque en principio no se hace sino trasponer las primitivas formas de los edificios de madera de las construcciones con el nuevo material. Este cambio se aprecia previamente en las obras militares; así, en el siglo X, se construyen ya en piedra el Château Coudray (Francia) o las fortalezas de Rüdesheim sobre el Rhin (Alemania).
Fuente de la Info; http://www.catedralesgoticas.es/eni_canteros.php
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